sábado, 8 de agosto de 2009

Compinches





Fragmento -Capítulo II


Ya un poco más tranquila , lo miré con atención .Era extraño pero dulce y tenía ojos de travieso.
Sinceramente no podía definir si era un niño o una persona mayor en tamaño diminuto .
No sabía si era un dibujo escapado de algún cuento. Si era producto de mi imaginación. Si estaba realmente sentado sobre mi mano o yo estaba viendo visiones...(hacía tiempo que venía pensando en ir al oculista porque veía borroso, pero era la primera vez que se me presentaba algo así.)
Miré de reojo a los que me rodeaban en la biblioteca para observar si notaban algo raro o me miraban de una manera curiosa...pero... nada.... Cada cual leía lo suyo.
(…)
Nadie se había dado cuenta de nada.
Parecía todo normal... pero no era así...
La visita que estaba muy cómodamente sentada sobre mi lapicera y desde allí me habló como si estuviera en un palco oficial.

-Antes que nada quiero decirte que me cuesta mucho tratarte de usted. Yo te respeto mucho, pero...ningún niño le dice así a su mamá ,por eso yo tampoco lo voy a hacer. Además quiero pedirte que me adoptes como a un .............

No dejé que terminara de hablar porque todo eso me parecía un tremendo disparate.
Creí que me estaba volviendo medio chifla-chifla o que me había emborrachado con agua.
Junté mis cosas con apuro, como para salir disparando de allí. Guardé mis anteojos. Busqué mi cartera. Tomé el abrigo y cuando fui a guardar la lapicera ,sin darme cuenta, lo rocé.
Estaba temblando . Se había hecho un ovillo como un bicho bolita. Lloraba.
Ya no era una llovizna finita la de sus ojos...era un aguacero que parecía iba a convertirse en diluvio.
El corazón se me arrugó como un papel dentro del cesto de mi pecho. Un bollo de ternura sentí dentro de mí.
Lo acaricié despacito. Pensé en mi casa grande y sola . En mis noches sin compañía porque mis hijos Martín y Carla crecieron rápido y se fueron .Pensé en Enrique , en mi papá que ya no está ,en mi mamá que también está sola . Pensé en mis nietas...
Pensé tantas cosas... Le sequé las lágrimas y casi desapareció detrás de mis dedos.
Tenía temor de hacerle daño, lo veía muy frágil.
Enseguida se dio cuenta de que había ganado la partida y en menos de lo que canta un gallo ya estaba preparado para salir.
Se descolgó como en un tobogán por la pata de la mesa. Fue hasta uno de los estantes y de allí volvió con algo. Parecía una mochila de muchos colores y tejida al telar. Se puso un gorro también muy colorinche, un ponchito y como si fuéramos compinches de toda la vida se trepó sobre uno de mis zapatos y partimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario